Los rayos de sol que llegan a la tierra son de dos tipos, observables y no observables, también llamados luz ultravioleta (UV), que a su vez se dividen en rayos UVA, B y C. Los rayos UVA, son los que producen el daño invisible de la piel, y son los principales responsables del fotoenvejecimiento, favoreciendo la aparición de arrugas y manchas, además de disminuir las defensas de la piel. Los rayos UVB, son los responsables de las quemaduras solares, de la producción de “bronceado”, que no es más que el mecanismo de defensa de la piel, y del cáncer de piel. En pieles muy claras, la exposición frecuente a los rayos UVB también produce aparición de pecas.
La fotoprotección debe realizarse todos los días del año, sin importar la estación, y con más énfasis durante las situaciones de mayor exposición, como las actividades al aire libre y acuáticas. Debido a que los efectos dañinos de la exposición solar son acumulativos con la edad, recomendamos iniciarla desde la infancia y mantenerla durante toda la vida. Hay que tener en cuenta que el 80% de la radiación solar que recibimos a lo largo de nuestra vida, la recibimos durante los primeros 18 años.
Las recomendaciones para una adecuada fotoprotección son:
Los riesgos del uso de fotoprotección son mínimos, en relación con los importantes beneficios de una adecuada educación sobre la exposición al sol. Es posible que algún fotoprotector nos provoque una alergia al mismo.
En los últimos años se ha discutido mucho si el uso de fotoprotectores puede conducir a una hipovitaminosis D. Sin embargo, en un país soleado como el nuestro esto no suele ser un problema. En caso de duda sobre la adecuada síntesis de vitamina D, es preferible tomar suplementos orales que tomar el sol con este pretexto.