Representan la degeneración de una de las células que forma la capa más superficial de la piel, el queratinocito de la epidermis.
Las continuas exposiciones solares (radiaciones ultravioletas) producen daños en el material genético de las células epidérmicas, disminuyendo su capacidad de autoreparación y facilitando su mutación y transformación maligna. Los Rayos X y los Rayos UVA artificiales, tienen el mismo efecto.
Dentro de los factores predisponentes, se encuentran: susceptibilidad genética, fototipos claros (I, II, III), horas de exposición a lo largo de la vida, intensidad de las radiaciones (latitud). Las personas más afectadas son las de piel clara que viven en países soleados y se han expuesto mucho a las radiaciones solares.
El pigmento (melanina) de las personas más morenas (Fototipos IV, V y VI), actúa como protector celular absorbiendo las radiaciones y evitando el daño celular.
Son pequeñas placas marrones claro, rosadas o rojizas, rasposas, sobre las que pueden desarrollarse escamas finas, gruesas o verdaderas costras duras y blanquecinas (Queratomas). Aparecen en las zonas de máxima exposición solar: cara, orejas, cuero cabelludo, dorso de manos y antebrazos. Su evolución es muy lenta y se estima que un 10% degeneraran a carcinoma escamoso o espinocelular.
Deben tratarse enseguida que se detecten para evitar su evolución. Cuando son incipientes y poco gruesas pueden tratarse con métodos físicos (crioterapia, legrado con bisturí eléctrico); métodos químicos (Imiquimod, 5-Fluoracilo 5%); y métodos físico-químicos (Terapia fotodinámica) Cuando las lesiones son muy gruesas puede recomendarse la utilización de cremas que llamamos queratolíticas que eliminan las costras y facilitan la actuación de los tratamientos mencionados.
Cuando las lesiones tienen un determinado grosor, es preferible la extirpación quirúrgica y análisis de la pieza por el patólogo para descartar que no se haya producido ya un carcinoma.
Cuando el daño solar de toda la zona es importante, y tras eliminar las lesiones visibles, se puede recomendar sustancias para tratar toda la zona dañada con la intención de evitar, en lo posible, nuevas lesiones.
Tener “criterio” es básico: proteger a los niños (evitando las quemaduras solares en la infancia), evitar las horas de máxima incidencia solar, aplicarse fotoprotectores solares (aconsejable con FP 50, y no menos de FP 30).
No olvidarse de proteger la cabeza, las orejas, el dorso de las manos y los antebrazos. Las personas que ejercen actividades de ocio o laborales al exterior, deben considerar también ropa específica que proteja contra los UVA. En primavera es muy fácil quemarse, pues nuestra piel aún no está morena y por lo tanto desprotegida totalmente.